Se estima que el 90 % de la soja que se cultiva en la Argentina usa como fertilizante un inoculante biológico para el aporte de nitrógeno, dato que prueba la alta adopción de una práctica que brinda ventajas en términos productivos, económicos y ambientales. Pero lo que resultará una novedad para muchos productores en esta campaña, es que se podrá optar por un tratamiento totalmente biológico para la semilla de soja, con la incorporación de un biofungicida que controla los hongos patógenos que afectan la emergencia del cultivo.
La integración de estas tecnologías, potenciada por la compatibilidad biológica, viene demostrando una performance de alto rendimiento a campo en la red de ensayos que se llevan adelante con referentes locales y el equipo de Investigación y Desarrollo de Rizobacter, la compañía líder en el mercado de microbiologías agrícolas que propone esta alternativa innovadora.
Rizoderma es el curasemilla biofungicida que la empresa desarrolló junto al INTA y que acompañará en esta campaña de soja a la línea de inoculantes. “Se trata de una propuesta para el arranque que crea las condiciones para el desarrollo de la soja en un entorno natural de nutrición y protección duradera, con el que se logran incrementar en forma sostenida los rindes y mejorar las condiciones productivas del suelo”, señala Gabriel Mina, Responsable Global de Tratamiento de Semilla de Rizobacter, a la hora de marcar beneficios de los packs biológicos
- Rindes junto a beneficios ambientales y económicos
La fertilización biológica es la gran aliada de un paradigma productivo que está llamado a sumar sustentabilidad en las prácticas. Estas biotecnologías activan en las plantas de soja un proceso natural que provee de forma efectiva el nitrógeno necesario para formar la gran cantidad de proteínas que se fijan en el grano.
La inoculación evita un alto costo económico para el productor y un impacto negativo para el ambiente en contraposición a los fertilizantes químicos nitrogenados, que demandan un consumo de combustibles fósiles, una alta emisión de dióxido de carbono a la atmósfera e incidencia en el equilibrio de los ecosistemas.
La aplicación del inoculante por hectárea, tiene un valor de USD 4 por hectárea mientras que la urea, el fertilizante nitrogenado que se produce industrialmente, cuesta alrededor de USD 150-200 por hectárea. “Esto demuestra un retorno de la inversión que supera el 50 %, sumado a que es posible fortalecer la condición nutricional del cultivo con rindes mayores al 5% en promedio”, destacó Juan Catracchia, responsable de Inoculantes de Rizobacter en Argentina.
- La compatibilidad biológica, un valor agregado
La integración de los inoculantes con el biofungicida se presenta como uno de los tratamientos más convenientes debido a la alta compatibilidad de las bacterias del inoculante con la cepa del hongo que integra la formulación del curasemilla, se muestra como un valor agregado para este tratamiento.
Rizoderma es una curasemilla totalmente biológico, basado en el hongo Trichoderma harzianum que controla patógenos de semilla y hongos de suelo. Su formulación combina un triple modo de acción fungicida que controla persistentemente todas las enfermedades, y suma un cuarto mecanismo que promueve el desarrollo y crecimiento de las raíces permitiendo lograr cultivos más fuertes y sanos desde el inicio al final del ciclo. Esta ventaja se vuelve estratégica para productores y asesores, ya que permite garantizar nodulaciones muy tempranas, en raíz principal que al final se traduce en incrementos de rendimientos del orden de los 350 a 600 kg/ha frente a otros competidores de síntesis química.