Dentro de las tecnologías de protección de cultivos, el tratamiento de semillas es una de las técnicas más innovadoras y beneficiosas para el ambiente. Ofrece simplicidad a los productores, garantiza la protección de la semilla tan pronto como se siembra y, a su vez, reduce la cantidad de fitosanitarios utilizados por hectárea, lo cual respalda el logro de una demanda social y productiva cada vez más presente: una agricultura más sustentable.
El tratamiento de la semilla consiste en la aplicación de organismos biológicos y productos químicos a la simiente con el objetivo de eliminar, controlar o repeler patógenos, insectos u otras plagas que atacan semillas y plántulas de diferentes especies. Entre las tecnologías aplicadas, se encuentran inoculantes, herbicidas, micronutrientes, reguladores del crecimiento, polímeros y colorantes, etc.
La aplicación de un tratamiento de semilla promueve la emergencia y establecimiento del cultivo (implantación), complementa la genética y forma parte del manejo integrado de plagas. Además, asegura protección en momento que otros controles no serían posibles aplicar por falta de área foliar.
El control biológico se utiliza para reducir la incidencia de plagas y enfermedades, utilizando enemigos naturales. Debido a sus diferentes modos de acción, los bioprotectores aseguran eficiencia en la protección y minimizan la resistencia de enfermedades, uno de los principales problemas que acarrean los insumos desarrollados en base a la síntesis química, con los que pueden funcionar de manera alternativa o complementaria.
Las crecientes presiones regulatorias en algunos países y la gran demanda social hacia una agricultura con menor impacto ambiental conducen a las compañías de insumos a invertir más recursos en investigación y desarrollo de tecnologías biológicas.
Mucho se ha avanzado en la bioprotección enfocada en el tratamiento profesional de semillas, uno de los pilares fundamentales de la protección vegetal por las ventajas que representa en performance y cuidado del ambiente. Los terápicos de base biológica pueden ser aplicados con más de 90 días de anticipación y garantizan una supervivencia en el envase superior a los 18 meses desde la elaboración.
En el tratamiento profesional (industrial), se calcula la dosis por semilla y eso permite un mejor control del proceso y una cobertura más homogénea de las simientes –lo cual le brinda una protección hasta el desarrollo de la plántula–. Las semillas tratadas y recubiertas presentan uniformidad en el tratamiento y menor impacto para el ambiente, ya que no se manipulan productos ni envases de fitosanitarios en el campo.
Respecto de los inoculantes, se debe evaluar la compatibilidad con los curasemillas químicos para que no altere la supervivencia bacteriana. Ya existen en el mercado tecnologías que permiten un preinoculado de hasta 120 días y mejoran las posibilidades de implementar el tratamiento profesional de semillas.
Todo el proceso de tratamiento de semillas requiere asesoramiento técnico y el uso de equipos adecuados y calibrados correctamente. Esto garantizará la calidad y eficacia del tratamiento de semillas y la prevención de riesgos para trabajadores, usuarios y el ambiente. Si partimos de una semilla mal tratada, estamos comprometiendo el primer componente de rendimiento de un cultivo: el stand de plantas.