El primer curasemilla biológico del mercado se posiciona cada vez más como una solución genuina a la hora de pensar en estrategias productivas que priorizar la calidad de los alimentos y el cuidado del medio ambiente, sin perder eficiencia.
Se trata de una tecnología desarrollada a través de una alianza entre Rizobacter y el Instituto de Microbiología y Zoología Agrícola INTA Castelar que, si bien inicialmente fue registrado para trigo y cebada, este año se extiende su uso para soja y ya está siendo probada por productores de arroz y cultivos intensivos en horticultura.
Su formulación es totalmente biológica en base a la cepa Trichoderma harzianum 2 (Th2), seleccionada por ser la más efectiva para combatir el desarrollo de las enfermedades. En efecto, los datos que surgieron de una red de ensayos demuestran que este biocontrolador es una alternativa muy eficiente a los productos químicos (incluidos los considerados Premium) para el control de hongos fitopatógenos.
Los grandes beneficios naturales de este microorganismo radican en su rápido crecimiento y fuerte capacidad colonizadora. Esto le otorga una importante ventaja en competición por espacio y nutrientes con los hongos patógenos de plantas. Pero la acción es más amplia ya que también otorga un efecto vigor que favorece el fortalecimiento de las plántulas durante todo el período de germinación y emergencia.
Ventajas de su desempeño diferencial
- Prevención de enfermedades: Estimula las defensas naturales de las plantas frente al avance y ataque de enfermedades que causan pudriciones en las raíces y plántulas de soja.
- Freno a la resistencia: Combina un triple modo de acción que inhibe la posibilidad de generar resistencias al bloquear naturalmente las posibilidades de desarrollo de los patógenos.
- Efecto vigor: no solo protege contra las enfermedades sino que también otorga un efecto vigor que favorece el fortalecimiento de las plántulas durante todo el período de germinación y emergencia.