Estudios realizados sobre cultivos de arveja demuestran que el inoculante permite obtener casi el 60% de las necesidades totales de Nitrógeno y promueve un aumento de rendimiento que garantiza 14 veces el retorno en la inversión de ese insumo.
Desde el punto de vista nutricional el nitrógeno es el elemento más demandado por las plantas, luego de carbono, oxígeno e hidrógeno. En el caso de arveja específicamente, tal requerimiento asciende a 50 kg por cada tonelada de grano producida.
Generalmente, esa cantidad de nitrógeno es provista a través de los fertilizantes en la mayoría de los cultivos no leguminosas, tales como trigo, cebada, maíz, sorgo o colza, entre otros. Ese aporte, desde la perspectiva de la sanidad del suelo, implica una reducción significativa de las reservas de nitrógeno y de la materia orgánica que la compone. A diferencia de esos casos, en las especies de leguminosas de invierno tales como arveja y lenteja se destaca la capacidad de obtener gran cantidad de sus necesidades de nitrógeno mediante la fijación biológica del exceso que de ese nutriente hay en el aire.
Se trata de la forma más económica de asegurar este elemento esencial, aprovechando las excelentes cepas seleccionadas y la tecnología que potencia la asociación entre las bacterias del inoculante y las leguminosas.
Las ventajas de este tipo de nutrición biológica son aún más evidentes cuando se comprueba que en suelos sin antecedentes de cultivos de arveja, los síntomas de deficiencia de Nitrógeno son más severos y se evidencian en plantas con menor crecimiento, color verde pálido, escasa generación de biomasa y bajos rendimientos. En términos de eficiencia, una dosis de inoculante tiene un retorno económico en esos lotes, que ronda entre 1200 y 1400 %, es decir que se recupera de 12 a 14 veces el costo de la práctica de inoculación.
En lotes que tienen historia de esta especie, no siempre se aprecian diferencias visuales marcadas en la biomasa, ni en el color de las hojas entre lo inoculado y los testigos, pero sí se ha demostrado diferencias de entre 200 y 500 kg/ha, con retornos sobre el costo de la inoculación que ronda entre 300 y 500 %.
El área central de producción de arveja del país, nordeste de Buenos Aires y sudeste de Santa Fe, es donde los suelos tienen una mayor historia agrícola, y además serios problemas de erosión hídrica. Es precisamente por ello que, de acuerdo con los últimos relevamientos, los suelos de esta zona han perdido gran parte del stock de nutrientes, materia orgánica, y degradado su condición física, tal que encarece notablemente los costos para mantener los niveles productivos. Por otro lado, la suma de años con legumbres presenta desafíos relacionados a patógenos que afectan el sistema vascular de las plantas, y para los cuales no hay ni resistencia genética ni tratamientos químicos efectivos de aplicación foliar que minimicen, en muchos casos, estos problemas.
La tecnología de los biológicos promete aportes no sólo en relación con la nutrición nitrogenada, sino también contribuyendo a la mejor captación de otros nutrientes, tales como lo hacen las bacterias solubilizadoras y otros microorganismos. Una mención especial merece el control biológico de patógenos responsables de enfermedades vasculares en arveja a través de Trichoderma.
El horizonte tecnológico en relación con los biológicos en la agricultura es muy amplio, con gran impacto en relación con la mejora en la calidad del ambiente, y cambios sensiblemente favorables en la economía del productor que las implementa, obteniendo no solo mayores rendimientos sino también mejoras en el sistema productivo por la incorporación de nutrientes esenciales para el ciclo de los cultivos.